La guerra desatada por Rusia contra Ucrania nos llega, cuando aún no nos hemos recuperado de la “guerra bacteriológica”, provocada por el Covid 19.

La pandemia, podemos decir que ha tenido las mismas consecuencias que una guerra militar: muerte de cientos de miles de personas, destrucción económica y vuelta a la reconstrucción, de una sociedad mundial, que todavía está sufriendo las consecuencias. A dos años del cierre económico del mundo, ya sabemos que el origen fue China, lo que no sabemos es si fue accidental o intencionado.

En la guerra militar desatada por Rusia contra Ucrania, de manera formal esta semana, si que no hay dudas sobre el origen, casualmente otro país comunista, y de la intencionalidad. Ahora nos quedará por descubrir hasta donde quiere llegar Putin, en lo que los expertos consideran como el intento de rescatar la antigua Unión Soviética.

Lo que está claro es que el orden mundial ha cambiado, que nadie cree que esto se resuelva en el corto plazo y que en estos momentos, la única certeza es el comienzo de una guerra, justo cuando más sensible y débil es la situación económica en Europa. Si todo esto desembocará en una tercera guerra mundial, de imprevisibles consecuencias, no lo saben ni los que lo han desencadenado, ni los protagonistas que tendrán que tomar decisiones que pasarán a los libros de historia.

La certidumbre actual son las sanciones a Rusia por parte de los países occidentales, el apoyo que tienen de China y otros países comunistas, así como que EEUU no va a intervenir en la guerra, por lo que el pueblo ucraniano está abandonado a su propia suerte.

El impacto que el conflicto y las sanciones va a tener en la economía es también una certidumbre, dado que elevará la inflación, no sólo por los costes de la energía, sino también por los cereales y otras materias primas.

Los pronósticos económicos han cambiado radicalmente y ya se habla de que los bancos centrales van a tener que revisar sus intenciones sobre las políticas monetarias de subidas de tipos, porque algunos hablan incluso de que algunas economías pueden entrar en recesión. Ese menor crecimiento con inflación, es lo que técnicamente se denomina estanflación.

En todo este escenario, la certeza para los ciudadanos es la de castigo en sus rentas y patrimonios, porque la inflación es como un impuesto al consumo, que afecta a todos los ciudadanos, además de hacer perder poder adquisitivo de forma inmediata.

Los mercados financieros han reaccionado de forma moderada, hasta conocer el impacto real, porque buena parte ya estaba descontada y para la realidad de lo que va a suponer, todavía es pronto para ponerlo en precio. La volatilidad si que ha sido extrema, con caídas y rebotes importantes, dentro de la misma sesión y en sesiones consecutivas.

Los inversores deben tirar ahora de experiencia y cultura financiera, para tomar las mejores decisiones. Si el perfil de riesgo es el adecuado, el horizonte temporal es para varios años y la cartera está bien diversificada, siendo activa, flexible, global y con variedad de gestoras y estrategias, la mejor decisión es dejar trabajar a los gestores. En estos momentos están adaptando las carteras al nuevo entorno, para que cuando llegue la recuperación, que las carteras recuperan los niveles alcanzados a finales de 2021.