Pocos acontecimientos en la vida de las personas son tan alegres como en nacimiento de niños en las familias.

La alegría que supone cada nacimiento se comparte no sólo por la familia directa, sino también por toda la humanidad, que ve como van llegando las siguientes generaciones, que nos irán sucediendo, como nosotros hemos sucedido a las anteriores.

Si además del nacimiento de un niño, añadimos que es el hijo de Dios, que se ha querido encarnar en ser humano, la alegría para los cristianos es algo inigualable. El honor que Dios nos ha hecho al encarnarse en hombre, para que le conozcamos mejor y poder trasladarnos su mensaje de Amor, sin duda debe ser celebrado con la alegría y el agradecimiento que se merece.

El Amor que representa el Niño Jesús es el del respecto, la comprensión, el perdón, la generosidad, la entrega y servicio a los demás, sin buscar compensaciones ni agradecimientos. Aunque el paso del tiempo va dejando huellas en nuestros cuerpos, el corazón que ama y se entrega cada día, no envejece sino que se hace cada vez más joven, alegre y admirable.

Donde hay Amor siempre hay luz, la oscuridad desaparece y la belleza inunda todos los ambientes.

Dejémonos seducir por el espíritu de la Navidad, con sus encantos. Las luces, la comida, los regalos… todo son parte importante para festejar la Navidad, pero que nuestro corazón esté con y para las personas. Todo lo material que tengamos a nuestra disposición, que nos sirva para disfrutarlo en compañía de nuestros seres queridos, pero sin perder de vista que el mejor regalo es su amor hacia nosotros y el nuestro hacia ellos .

 

FELIZ NAVIDAD