Esta semana ha sido especialmente grave para el sistema de gobierno democrático que tenemos en nuestro país. Las sentencias del Tribunal Constitucional, las declaraciones del Gobernador del Banco de España, las revisiones a la baja del crecimiento económico, la subida de la inflación etc. son buen prueba de ello.

El Tribunal Constitucional ha declarado que el segundo estado de alarma también es inconstitucional, como lo fue el primero. La gravedad de estas sentencias es tal, que el Gobierno responsable de ello, ya tendría que haber dimitido en bloque. La privación de derechos y libertades que ello supuso, las sanciones económicas y el uso de los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado, para intimidar a los ciudadanos, sin duda es un golpe de muerte contra la credibilidad del Gobierno de España y por tanto una exigencia de elecciones anticipadas.

¿Cómo puede un gobierno democrático pretender que sus ciudadanos confíen, cuando se gobierna con leyes inconstitucionales? ¿Cómo va a sobrevivir un sistema democrático, si los ciudadanos se sienten más desprotegidos y dañados que en una dictadura? ¿Estará nuestra sociedad preparada para castigar esas conductas y salvar nuestra democracia?

Como ya dejó de manifiesto el rey Felipe VI en su último discurso, los pilares democráticos de nuestro país, son más frágiles que nunca. Esta afirmación es de tal gravedad, que no puede dejarnos indiferentes, porque nos estamos jugando el bienestar logrado en las últimas décadas. Todo esto no es una afirmación, sino el precipicio al que nos dirigimos, con un Gobierno a la deriva, sin autoridad moral para dirigir el destino de millones de españoles y sólo preocupado por ser fieles a sus intereses y a ideologías trasnochadas, que nada tienen que ver con las necesidades, que los nuevos desafíos están planteando al mundo y por supuesto a la sociedad española.

Ahora que los criterios de desarrollo sostenible, parecen estar siendo tomados en serio por los países y los mercados de capitales, no debemos perder de vista, que la buena gobernanza de países y empresas es fundamental para lograr sacar adelante lo que se pretende.

Se está poniendo mucha atención en eliminar las emisiones de carbono para las próximas década, algo por supuesto deseable y necesario, pero si los ciudadanos no empiezan a exigir ser gobernados por personas más honestas, sacrificadas, formadas y comprometidas con el bienestar general, puede que salvemos el planeta, pero se destruya la sociedad actual y con ella los seres humanos.

Cuando se pretende que los derechos de los animales estén por encima de los de las personas, como ejemplo el derecho a la vida, algo grave está sucediendo. Cuando el pensamiento crítico, inteligente y bien intencionado que aporta el hombre a la creación en su conjunto, se intenta anular, para llevar a las masas como manadas de animales, al lugar que más interesa, la muerte de la sociedad está garantizada.

Tal vez, porque la mayoría de los ciudadanos lo saben, es por lo que ya se ha sembrado la primera semilla de una nueva forma de gestionar lo público y hacer política, que lleve como bandera la libertad de las personas. Ello sin duda es un rayo de esperanza, sobre el negro futuro que nos cierne por delante.

Los asuntos económicos son el claro indicador de la gestión de un país. El nuestro está amenazando a los trabajadores más productivos y comprometidos, a los empresarios que crean empleo, a todas las familias con subidas de impuestos, gastos de lo más básico y leyes que generan conflictos e inseguridad jurídica en todos los sectores. Con este panorama, difícilmente va a mejorar el crecimiento económico.

La buena noticia es que nuestra sociedad ha demostrado un grado de resiliencia enorme, en todas las etapas críticas anteriores. De ellas hemos salido muy fortalecidos y seguro que de ésta también lo haremos, aunque no todos, porque los fallecidos, los arruinados sin capacidad de recuperación, y los más débiles en general, no saldrán de ésta, porque la situación es tan desafiante, que requiere de una enorme fortaleza para salir adelante.

Para todos, recordar que hay que luchar para resistir, en espera de tiempos mejores, que deberían tener su inicio en una cita electoral y una nueva forma de gobernar, como exigencia social firme. El voto en un país democrático es lo más valioso, cuantas personas han muerto en la historia defendiendo ese derecho. Empecemos a tenerlo muy presente, porque hay quienes quieren sobornar a los ciudadanos, para después destruirlos, aprovechando su degradación moral.