Cuando llega este época del año, es decir, el mes de mayo, aparece el refrán que anima a los inversores a vender sus activos de renta variable, porque se considera que es un mes bajista.

Ese mismo refrán les anima a volver a comprar en septiembre. Todo ello basándose en que en principio los meses de mayo a agosto son de menor actividad y por tanto menores subidas en bolsa, mientras que de octubre a abril, serían los meses de mayores subidas.

Todo esto tendría un seguimiento masivo en las decisiones de los inversores, si hubiese certeza de que siempre se cumple. Como no es así, lo cierto que siempre lo mencionan los medios de comunicación, pero ni los inversores particulares ni los profesionales, lo tienen en cuenta, de forma imperiosa.

Cuando lo que se busca es el éxito en la gestión del patrimonio, entendido como la obtención de rentabilidad con el menor riesgo posible, al tiempo que le sumemos liquidez máxima y ventajas fiscales, lo cierto es que el horizonte temporal, la diversificación y la gestión en manos de expertos independientes, son elementos claves. Los momento de compraventa de los activos, no va tanto de en que mes del año nos encontremos, sino de como van evolucionando sus valoraciones, así como lo que se espera de los distintos activos en los próximos meses e incluso años.

Con esa base sólida, lo cierto es que los gestores también suelen utilizar los movimientos tácticos en las carteras, para aumentar o reducir la exposición a renta variable, en función de como vayan evolucionando en los primeros meses del año.

En el año 2020, los valores relacionados con la nueva economía comenzaron a subir desde finales de marzo y no dejaron de hacerlo hasta comienzos de 2021. Por el contrario, los valores cíclicos o más relacionados con la vieja economía, tuvieron que esperar hasta noviembre, con el anuncio del descubrimiento de las vacunas, para animarse y empezar a recuperar las enormes pérdidas que venían acumulando en el año, siendo claramente los ganadores en lo que llevamos de 2021. Esta realidad, nos deja constancia más que evidente, de que la diversificación de estrategias, aporta más estabilidad a las carteras, para que los activos se complementen entre ellos, si tienen comportamientos opuestos, como ha sucedido en el último año y medio.

Por lo que respecta al mes de mayo, lo cierto es que el aumento de la volatilidad ha sido más que evidente y las caídas de las dos primeras semanas, ha llevado a varias estrategias a ser algo más defensivos, para consolidar beneficios y prepararse para volver a comprar a medida que nos adentremos en los meses de verano.

En cualquier caso, a nadie se le ha ocurrido salir corriendo de los mercados, porque el consenso general sigue siendo que la renta variable va a tener un buen año, inclinándose mucho la balanza hacia Europa y los valores de la vieja economía, sin abandonar los de la nueva economía y las megatendencias, en general, aunque hayan sufrido de forma importante en sus valoraciones en las últimas semanas.

Con todo ello, podemos concluir que estamos dejando atrás el mes de mayo, sin daños relevantes en las estrategias de inversión bien diversificadas y de perfil equilibrado hacia algo más agresivo.

Ahora las esperanzas están puestas en el plan de inversiones en infraestructuras que la administración Biden va a poner en marcha, lo que podría ser un nuevo catalizador, para  buen parte de la renta variable, durante el mes de junio, si lo sacan adelante en las próximas semanas.