Que el fin nunca justifica los medios, es una verdad que termina imponiéndose, en todos los ámbitos de la vida humana y a lo largo de la historia de la humanidad. No obstante sigue habiendo muchas personas que siguen haciéndolo, sobre todo para llegar al poder y mantenerse, tanto en lo público como en lo privado.

Todo se puede justificar por aquellos que abusan de sus cargos de poder, en un intento desesperado por creerse sus propias mentiras y la traición a los valores fundamentales, que garantizan la convivencia social y que tantos sacrificios han supuesto a generaciones anteriores, hasta conseguirlo, para que nosotros lo disfrutemos.

La incitación a la violencia es un recurso muy primitivo, que genera esperanzas de victoria en quienes están ofuscados por la ira o la frustración. Para quienes el fin justifica los medios, resulta tentador y estratégicamente correcto, el utilizar las emociones más primitivas de las personas. Si la mala gestión de los intereses públicos y la amenaza del orden institucional, provocan esos temores que hagan florecer los instintos primarios, el paso siguiente es culpar al rival contrario de todo ello. A partir de ahí se enciende la mecha, que se va alimentando con el combustible de los reproches mutuos y que desemboca en la violencia radical, que hace al hombre parecerse a los animales en su parte más fiera, aunque en nada a un ser humano racional, que piensa y busca controlar sus emociones, para no dañarse a si mismo ni a los de su especie.

Señores aspirantes o ejercientes, en cargos de poder, estudien más economía humanista y menos economía del pelotazo, porque en el fondo, el poder está sustentando por la economía y está depende totalmente del ejercicio que se haga del poder, por quienes lo ostentan, tanto en el sector publico como en el privado.

El asalta al Capitolio en EEUU ha sido el culmen de ese tipo de actuaciones, que no distinguen colores ni ideologías, al contrario, los iguala a todos, desacreditando con ello, los fines o logros que pretendiesen conseguir.

Afortunadamente, no son muchos, los ciudadanos que llevan a cabo ese tipo de actuaciones, pero los lideres que lo consiguen, realmente causan enormes daños irreparables en la vida de muchas personas. Cuanto más débiles sean los Estados, más vulnerables son sus ciudadanos, de ahí que países como EEUU, demuestren al resto del mundo, por qué se les considera el referente de fortaleza democrática, contra el que pueden compararse el resto de países.

La nueva etapa política americana, abre a sus ciudadanos una nueva esperanza, para encontrar la senda del respeto a las leyes y las instituciones, al recuperar el civismo político que nunca se debió perder.

Algunos periodistas americanos echan mano en estos momentos de las famosas frases de John F. Kennedy, como la que pronunció en su discurso inaugural cuando dijo: “Aquellos que buscaron localmente el poder cabalgando a lomos de un tigre, acabaron dentro de él”.

Tampoco está de más recordar a Platón, cuando decía: “El precio de desentenderse de la política, es el ser gobernado por los peores hombres”.

El pueblo americano ha luchado por recuperar la cordura política y ha ganado, aunque la guerra ha sido muy dura.

Ahora podemos recordar nuestro refranero español: “Cuando veas las barbas de tu vecino quemar, echa las tuyas a remojar”. Esto no va de ideologías, sino de obsesión por llegar al poder y abusar del poder.