Esta semana se han aprobado los Presupuestos Generales del Estado, que sustituyen a los aprobados en la época de Montoro, los más prorrogados y largos, de nuestra historia democrática.

Una de las principales tareas de cualquier Gobierno es la elaboración y aprobación de los presupuestos generales del Estado, como lo es de una familia o de una empresa el hacer los suyos. Lo importante en todos los casos es que se ajusten a la realidad y que se puedan cumplir, porque en caso contrario, el deterioro de las finanzas será una realidad, que siempre tiene consecuencias dolorosas para todos los implicados.

En el caso de España, los presupuestos aprobados no cuentan con la aprobación de los expertos, ni en el fondo ni en las formas. En las formas, porque lo que ha tenido que vender el Gobierno para conseguir los apoyos necesarios, es lo más parecido a tener que vender el alma al diablo, es decir, que de transparencia y honestidad, tienen poco.

En el fondo tampoco satisfacen, porque se les considera los más ideologizados y politizados que se recuerdan, en el peor momento para España, donde lo que hace falta es gestión eficiente de los recursos actuales y los que vendrán, para reconstruir lo destruido por la gestión económica de la pandemia y modernizar la economías españolas, para poder hacer frente al pago de la monstruosa deuda contraída.

Las principales críticas que reciben vienen se podrían resumir en que no son realistas, en cuanto al escenario económico sobre el que se construyen y que la intención de gasto improductivo, va a dañar aún más las cuentas futuras.

El Gobierno se siente plenamente satisfecho con el logro, no tanto por el buen hacer y bondades de los presupuestos para el conjunto de los españoles, como por el hecho de que consiguen una estabilidad para llegar al final de la legislatura, que sin duda era su objetivo, aplicando la máxima de que “el fin justifica los medios”. De ahí la satisfacción del Gobierno, estabilidad para ellos y garantía de inestabilidad para los ciudadanos.

A partir de ahora empieza lo serio para el conjunto de los españoles, más impuestos para todos, se mire por donde se mire, dado que afectan al consumo y los inmuebles. En un momento en el que nuestro país debe ser reconstruido, penalizar al que trabaja, al que ahorra y a las empresas, no parece un camino muy acertado.

Las bajadas de impuestos, incentivar el trabajo y la actividad económica, son las recetas que aplican países como Alemania o los que realmente buscan la prosperidad de la mayoría de sus ciudadanos.

Los miembros del Gobiernos seguirán en sus puestos de trabajo, porque han dedicado más tiempo a cuidar de su trabajo que a hacer bien su trabajo.

Los españoles lo vamos a pagar de nuestros bolsillos y con el sudor de nuestra frente. A partir de ahora, habrá que ver como quedará España en los próximos tres años y que decidirán los españoles cuando llegue el momento de votar y de pronunciarse.

De momento sólo queda intentar sobrevivir a la pandemia y a un Gobierno,  que está haciendo a su antojo lo que le parece, sin contar con la opinión de la mayoría de los ciudadanos, sino exclusivamente de los intereses de los mercenarios que les mantienen en sus puestos de trabajo.