El fin del estado de alarma llega al mismo tiempo que el verano. Desde el punto de vista psicológico, la coincidencia no puede ser más beneficiosa. Si el confinamiento se hubiese producido durante el otoño y la vuelta a la normalidad con el invierno, el ánimo para enfrentarnos a lo que viene por delante, no sería el mismo.

Aunque para muchos, las vacaciones este año y el verano, no tengan nada que ver con los de años anteriores, lo cierto es que las bondades de más horas de sol, el calor, compartir de nuevo mesa y cervezas con los de siempre, serán sin duda un bálsamo para aliviar la dureza de los últimos meses, al tiempo que debemos encarar la recta final del año, e incluso la de los próximos años.

Los temores que nos rodean se traducen en el posible aumento de los contagios y la capacidad de recuperación económica de nuestro país. Para hacer frente al primero, son de indudable valor el ejemplo de los países que se están enfrentando a los nuevos brotes, como también lo son las medidas de seguridad que se están implementando, dada la llegada de la movilidad de las personas, no solo dentro de nuestras fronteras, sino también con la llegada de extranjeros.

Todas estas medidas no sustituyen la responsabilidad individual de protegernos y hacerlo con los demás, sino que se complementan, para que entre todos, evitemos dar pasos atrás, que endurezcan aún más, la maltrecha situación económica.

Entrando en materia económica, la que más temores causa en estos momentos, lo cierto es que los países no vuelven volver a cerrar sus economías, sin el riesgo de llevar a sus ciudadanos a situaciones de extrema pobreza generalizada. Dado que esto es una realidad muy presente en todos los Gobiernos de los principales países del mundo, lo que están preparando son planes de contingencia, que lleven a cierres parciales de algunos sectores o actividades, cuarentena de algunas personas, dentro de un grupo de medidas más acotadas, porque de forma generalizada ya no hay posibilidades de marcha atrás.

Con la normalidad legislativa, le llega al Gobierno la hora de la verdad, que es volver a sufrir su debilidad para conseguir sacar adelante sus proyectos de ley, siendo el más importante, los presupuestos generales del Estado. La hoja de ruta marcada antes del confinamiento ya está muerta, dado que ahora, negociar con Bruselas para recibir las ayudas del fondo de recuperación de la Unión Europea, le a exigir al Gobierno, aceptar muchas condiciones que hasta ahora no tenía que plantearse y que van a desbaratar buena parte de sus iniciativas de gasto excesivo e improductivo.

La gestión de la pandemia y el impacto económico ha sido de los peores del mundo, ahora veremos si el actual Gobierno tiene capacidad para gestionar la recuperación. Los primeros encuentros empresariales han dejado muy claro el camino que debe seguir el Gobierno, al tiempo que la desilusión de sectores tan dañados como el turismo, respecto a la eficacia de las medidas que se van adoptando o se prevé que se adoptarán.

La Unión Europea tiene que dejar encaminadas las condiciones del fondos de recuperación a mediados del mes de julio, de ahí que las próximas semanas serán clave, para saber que exigencias van a tener que cumplir países como España.

También ha llegado la hora de la verdad para los partidos políticos de la oposición, dado que tendrán que poner encima de la mesa sus estrategias a futuro, con el riesgo de ser cómplices del Gobierno, en su intento de hacer borrón y cuenta nueva, como si aquí nos hubiese pasado nada. Si eso fuese así, el daño moral a la sociedad sería irreparable, por la absoluta irresponsabilidad de un Gobierno que ha provocado miles de muertos,  cuantiosos daños económicos y que saldría indemne. La deshonra hacia todos los damnificados sólo reflejaría la enorme enfermedad moral de una sociedad, que para salir adelante, necesita la fortaleza de unos valores basados en la responsabilidad individual.