Aunque por razones claramente diferentes, muchas de las preocupaciones actuales en el ámbito económico nacional, nos recuerdan lo sucedido en España en el año 2012, aunque con una situación sustancialmente peor a la de aquellos años.

Nos adentramos en una recesión sin precedentes, un nivel de deuda pública que ha pasado los límites de lo razonable, un Gobierno que está demostrando una absoluta ineficiencia en la gestión de la crisis sanitaria y económica, que tiene en pie de guerra a las asociaciones empresariales, los sectores económicos afectados por la desescalada y unos ciudadanos con el límite de la paciencia desbordada.

Además de todo ello, las fuerzas políticas están enfrentadas ante la falta de transparencia y colaboración del Gobierno, que sumado a todo lo anterior, tenemos un coctel explosivo con el detonador en marcha en la cuenta atrás.

Una economía como la española con recesión e inflación negativa, la lleva contra las cuerdas, por ello no es extraño que se hable cada vez en más foros de la posibilidad de que nuestro país pueda ser intervenido, como le sucedió a Grecia en tras la crisis financiera de 2008. Nuestro país estuvo a punto de ser intervenido, pero las elecciones generales que le pasaron el testigo al Gobierno de Mariano Rajoy, evitaron la intervención. La razón fue que la política presupuestaria se ajustó a las exigencias de austeridad de la famosa “Troika”, para recuperar la senda de la estabilidad.

Por el contrario, el Gobierno Griego se enfrentó a la todopoderosa “Troika” y los ciudadanos helenos, sufrieron las consecuencias con restricciones a la disponibilidad de su dinero depositado en los bancos, una prima de riesgo desbocada, propia de un país en quiebra. La historia terminó con la intervención, nuevas elecciones y un gobierno que sin hacer ruido, ha conseguido llevar el país a la estabilidad. En la actual crisis del Covid-19, Grecia no ha sido mencionada en ningún momento, por la gestión eficiente que ha hecho de la crisis.

Por el contrario, Italia y España, están en una situación tan crítica como la que vivieron en Grecia. Lo único que está salvando a los dos países de la suspensión de pagos casi inmediata, es la ayuda del Banco Central Europeo comprando deuda para controlar la prima de riesgo de ambos países. La deuda pública italiana, según la agencia de calificación Fitch, esta un escalón por encima del bono basura. La española no sabemos que suerte correrá, dado que va a depender de la política presupuestaria que vaya ejecutando el Gobierno.

A falta de que los datos macroeconómicos los confirmen, la situación no parece que vaya a conseguir estabilizarse. Nuestra prima de riesgo anterior al estado de alarma estaba por debajo del 1%. Ahora estamos entre el 1,30% y el 1,5%, lo que significa que tenemos gastos adicionales de unos 10.000 millones de euros al año, por la deuda que tenemos contraída y los que nos exigen como interés. Ya sabemos que a menos solvencia del país más intereses. La intervención del Banco Central Europeo nos está ahorrando ese importe, por cada 1% que sujeta la prima de riesgo, por tanto podemos llegar la conclusión de que posiblemente nos esté ahorrando cada año un mínimo de 20.000 millones de euros, gracias a su respaldo. Dado que estas medidas no van a mantenerse indefinidamente, si España no endereza sus presupuestos, la situación límite será inevitable.

Por tanto tiene mucho sentido que se esté hablando de la posible intervención de España, para que se controlen las cuentas de España, si los responsables de hacerlo no son capaces.

Mientras tanto, los mercados financieros internacionales siguen dando alegrías a los inversores ante la reapertura gradual de las distintas economías, la esperanza de que un tratamiento eficaz esté cada vez más cerca y la enorme cantidad de dinero que se ha puesto encima de la mesa, para ayudar a las economías a recuperarse cuanto antes.