Con la pandemia reduciendo los casos de contagios en todo el mundo, la clave para tener más visibilidad sobre el futuro de las economías y los mercados financieros, está en la reapertura de la actividad económica.

China es el país que va por delante en todo lo relativo a la pandemia, porque fueron el origen de la misma, de ahí que el resto de países del mundo, están mirando lo que allí sucede, para poder extrapolar lo que sea similar.

El gran debate que se está produciendo en los países occidentales es si hay que enfrentar la seguridad personal con la reapertura de las economías. El debate es muy complejo y no debería llevarse a los extremos como algo incompatible. De hecho los países que mejor están gestionando la pandemia, han conseguido hacer convivir ambas situaciones.

En Europa, Alemania está entre los países que mejor lo están gestionando, porque han conseguido controlar los contagios con la gestión eficiente de los recursos sanitarios, y en la reapertura gradual que están llevando a cabo, están apoyándose en los test masivos y en la tecnología.

En nuestro país la realidad es bastante distinta, tanto en la gestión sanitaria y sus recursos, las medidas económicas adoptadas y la capacidad para gestionar ordenadamente la reapertura de la economía. Sin duda el Gobierno español aparece en muchos informes internacionales como el que está gestionando está crisis con menor eficiencia, algo que estamos pagando todos los españoles con un confinamiento más duro, mayores daños económicos, mayor conflictividad entre los agentes sociales e instituciones del Estado, así como un mayor número de muertos, que sin duda es lo más grave.

Las dudas que genera la situación económica de nuestro país y su solvencia para hacer frente a las ingentes cantidades de deuda que está necesitando, están poniendo en alerta a los inversores internacionales, de tal manera que nuestra prima de riesgo supera los 150 puntos básicos, cuando antes de esta situación, estaba en el entorno de los 30 puntos básicos. El impacto directo en las cuentas públicas son más gastos, porque hay que pagar más intereses por la nueva deuda que se está emitiendo, algo esperado y que sólo se soluciona con medidas económicas que den confianza de que vamos a ser capaces de volver a la senda del crecimiento económico y la estabilidad presupuestaria, algo que en estos momento no se vislumbra por ningún lado.

En EEUU la administración Trump también tiene mucha prisa por empezar a poner en marcha la economía, con la mayor celeridad posible. El hecho histórico que se ha producido esta semana, al llevar el petróleo west Texas a precios negativos, está poniendo contra las cuerdas a las empresas energéticas y a un sector clave en la economía estadounidense.

Todos los logros conseguidos durante décadas en EEUU en el campo del petróleo, están realmente amenazados. La caída de la demanda y la falta de recortes de producción están llevando a una situación límite el almacenamiento del petróleo, que no tiene precedentes. La decisión tomada por la OPEP de recortar la producción de petróleo a partir de primeros de mayo, sin duda llega tarde y es insuficiente.

El Gobierno americano es consciente de la gravedad que supondría que la gran mayoría de las empresas petroleras quebrasen, no sólo para el país, sino para el mercado de capitales, donde podría volver a surgir una situación similar a la de las hipotecas basura. Por ello ha puesto en marcha un programa de ayudas para dichas empresas, de casi medio billón de dólares, para evitar la quiebra, al menos de las que están saneadas y en situación de mayor fortaleza. Lo que nadie va a evitar es que quiebren las más endeudadas o situación más frágil.

Por tanto y en conclusión, los mercados financieros tienen un comportamiento bastante lateral en esta última semana, a la espera de nueva información sobre este asunto, que posiblemente en estos momentos es el más delicado y el que depende, en buena medida, de la reapertura de las economías, sobre todo al estadounidense.