Hemos completado la primera semana del cambio radical de nuestras vidas, no sólo para este periodo, sino para el resto de nuestra vida.

Todavía no sabemos cuanto tiempo vamos a estar confinados en nuestras casas, lo que si sabemos es que será más de dos semanas y que posiblemente sea hasta después de Semana Santa. Lo que si sabemos es que la gran mayoría de los países occidentales han tomado esta misma decisión, como única medida de choque contundente contra la propagación del coronavirus.

También sabemos que la economía mundial está en recesión, pero que gracias a las medidas adoptadas por los Bancos Centrales y los Gobiernos, al menos no derivará en una depresión económica, con una mayor destrucción de empleo, riqueza y tejido industrial.

Hasta que no se ponga fin al número de contagiados diarios y se llegue al contagio 0, como ya están en China en los dos últimos días, no sabremos a ciencia cierta cuales serán los daños económicos concretos. Las empresas están acudiendo en masa a los expedientes de regulación de empleo temporales, como media inmediata para sobrevivir en el cortísimo plazo. Se calcula que en torno a 2 millones de trabajadores de van a ver afectados y algunos estiman que de esos, unos 300.000 puestos de trabajo no volverán a incorporarse.

Cómo ponen de manifiesto todas las autoridades económicas, el mundo actual nunca se ha enfrentando a una situación como la que estamos viviendo, de ahí que se no se pueda asegurar cual va a ser el impacto. Lo que si parece cierto es que las contundentes medidas financieras y fiscales que se están adoptando, son los suficientemente potentes, como para ayudar a la recuperación, en cuanto la actividad vuelva a la normalidad.

En estas circunstancias, al igual que sucede con la salud física, saldrán más fortalecidos los países cuyas economías sean más fuertes. Desafortunadamente nuestro país no se encuentra entre ellas. Como bien nos estaban advirtiendo desde Bruselas y desde el BCE, nuestros Gobiernos no han adoptado las medidas adecuadas, cuando tuvieron tiempo para hacerlo, para hacer las reformas estructurales que nuestra economía necesitaba.

El mercado laboral poco flexible, problemas de productividad en el mundo empresarial, elevado endeudamiento etc, serán lastres para nuestra recuperación, lo que impedirá estemos entre los países de cabeza en superar esta compleja situación.

Todo el gasto que se va a llevar a cabo, con las consiguientes emisiones de deuda y elevación del déficit, habrá que revertirlas. Ello significa que la deuda hay que devolverla y que la austeridad será una constante, tanto para lo público como para lo privado.

En algún momento desde las autoridades europeas nos empezarán a recordar que ese será el camino. A partir de ese instante los ciudadanos entenderán las palabras actuales del Gobierno cuando habla de economía de guerra, que siempre supone racionamiento.