En cualquier sociedad organizada se sabe que lo que hay que evitar a toda costa, es generar pánico entre la ciudadanía. En el mundo animal ya se sabe cual es la reacción, cuando una manada de animales sale en estampida por un temor que active sus instintos de supervivencia. Se lo llevan todo por delante.

Con los seres humanos sucede lo mismo, siendo sustituida la razón por el pánico. Por tanto, lo que tendrán que analizar con todo lujo de detalles, los responsables sanitarios y gobernantes mundiales, son los errores cometidos por todos ellos, en conjunto y de forma individualizada. Sólo una absoluta falta de competencia, puede provocar una situación como la que estamos sufriendo en el mundo y en concreto en España.

Con un estado de alarma decretado, la ciudadanía va a sufrir algo muy similar a una situación de guerra, en este caso, contra un virus, de consecuencias imprevisibles, hasta que la batalla muestre síntomas de ir ganándose. En este caso, cuando alcancemos el pico de contagios y las autoridades nos confirmen que ya están disminuyendo.

A partir de ese momento, volveremos a recuperar, muy poco a poco, la actividad normal y a partir de ahí se podrán cuantificar los daños económicos, personales y sociales. Ahora toca hacer lo que nos corresponde, aplicar nuestro sentido de la responsabilidad, para estar a la altura de las circunstancias.

Cuando estemos en fase normalizada tendremos tiempo de exigir responsabilidades a quienes nos han llevado a esta situación, por la gestión ineficiente de una crisis sanitaria, que se va a convertir en una crisis económica de magnitudes aún desconocidas.

El pánico es está traduciendo en supermercados vacíos, caídas históricas en las bolsas, psicosis colectiva y shock generalizado.

¿Cómo transformará esta situación nuestras vidas y nuestra sociedad para el futuro? Aún es pronto para saberlo, pero lo que no hay duda es que lo hará. Los mercados financieros no están en la situación crítica de 2008 y por tanto la gravedad, por el momento, es menor.

Las ayudas anunciadas por los Gobiernos, así como la extraordinaria cantidad de liquidez con la que se está lanzando a los mercados financieros mundiales, será muy útil para la fase de recuperación. Ahora posiblemente el único efecto que surta, es tranquilizar sabiendo que se toman medidas, que ayudarán a la reconstrucción, cuando la fase de destrucción haya pasado.

Todas esas medidas, puede que lleguen tarde para muchas empresas o familias, que se vean abocadas a la quiebra. No debemos olvidar que la liquidez del sistema llegará para los que sobrevivan, porque las medidas que hemos oído vienen en forma de retraso de impuestos, ayudas a los bancos para que den créditos, financiación pública para ayudar en los costes laborales de las empresas etc.

Lo que debemos tener muy presente es que todas las medidas no van a evitar los despidos importantes y que muchas pymes no sobrevivan, con lo que ello supondrá para un país que depende básicamente de ellas, para el empleo.

Para paliar los efectos del coronavirus, de forma inmediata es aumentar las defensas. En el caso de las personas, alimentación y vitaminas que nos fortalezcan el sistema inmunológico. En el caso de las empresas, reducir gastos de forma proporcional a la caída de ingresos, para garantizar la supervivencia. Para las familias, sobre todo si se van a quedar en paro, ya deberían haber tenido una buena planificación patrimonial, para ahora poder tirar de sus ahorros, porque posiblemente les hará falta.

Para los inversores, esta sólo será una crisis más, en la que los mercados financieros bajan con fuerza, pero una vez que toque fondo, ya veremos cuando, rebotarán hacia arriba, recuperarán las pérdidas y superarán la inflación en los próximos años. En esto no será diferente a ocasiones anteriores, si han cumplido con las recomendaciones de los últimos años, teniendo carteras en los mercados de capitales flexibles y gestionadas por profesionales independientes que sólo tengan como objetivo preservar los capitales.