Justo hace un año, cuando despedíamos a 2018, y el balance era realmente negativo para los inversores, haciendo presagiar que 2019 sería un año muy duro para las economías. Ahora que ya despedimos el año, la realidad ha sido realmente opuesta.

Bien es cierto, que los economistas que en sus previsiones para este año, consiguieron ver más allá del pesimismo generalizado, buscando variables y valoraciones correctas para los distintos activos, acertaron al pronosticar que no había que salir de forma precipitada con las caídas y confiar en que los datos pesimistas se podrían dar la vuelta.

Los detonantes que han hecho que podamos catalogar a 2019 como un gran año para los intereses de los inversores, podemos decir que son los avances en la primera fase del acuerdo comercial entre EEUU y China, las elecciones de Reino Unido, dejando despejado el camino para el Brexit negociado y las bajadas de tipos de interés en EEUU, así como la vuelta a la implementación de la compra de deuda por parte del Banco Central Europeo.

Los dos primeros factores, no se han materializado aún, quedando emplazados para comienzos de 2020, pero los mercados han cotizado al alza los acuerdos y avances, provocando el esperado y celebrado rally alcista en las últimas semanas del mes de diciembre.

Los inversores que cometieron el error de dejarse influir por sus emociones y salir de forma precipitada de los mercados de capitales, se han perdido un año más, uno de los años más rentables de la historia. A finales de 2018 se hacía una comparativa con el año 2008, aunque por supuesto con caídas inferiores y sin crisis financiera global. Lo que 2019 tiene en común con 2009, ha sido la fulgurante subida, premiando a los inversores bien asesorados e informados, que han sabido contener la respiración cuando era preciso.

Los principales índices bursátiles han subido más de dos dígitos, quedándose los más rezagados, como el IBEX sin llegar al 20%, superándolo la gran mayoría de los mercados. Las carteras bien diversificadas, tanto por activos, como gestoras o estrategias de inversión, con una perfil equilibrado, están obteniendo rentabilidades entre el 7 y el 10%, lo que les permite recuperar las pérdidas de 2018, al tiempo que superan la inflación de estos dos últimos años, lo que hace el balance bianual muy exitoso.

Para quienes hayan mantenido acciones el sector financiero español o una alta concentración en la famosa gestión value, el balance ha sido muy decepcionante. En el peor de los casos, al igual que los inversores que se precipitaron en vender sin mirar el valor de lo que tenían, han soportado las caídas y se han perdido las subidas.

Cuando esto sucede, los patrimonios sufren importantes quebrantos, que si se producen varias veces a lo largo de los años, puede que lleguen incluso a desaparecer o quedar en cifras insignificantes.

Tanto para los inversores que han acertado, como para los que se han equivocado, la lección que deben aprender es la misma, que las emociones no deben interferir en la toma de decisiones en la gestión patrimonial. Si la equivocación la comete un particular tiene alguna justificación, pero si la cometen quienes se consideran profesionales del mundo financiero, resulta de una extrema gravedad, porque causan daños a los clientes que confían en ellos, pagándoles justo para lo contrario de lo que hacen, es decir, protegerles los patrimonios no para que cada vez sea menor.

Ahora toca hacer balance como inversores o ahorradores, para llegar a la conclusión de si están confiando en los profesionales adecuados o no. A partir de ahí, puede que llegue su primer objetivo y propósito para 2020, mantenerlos o cambiarlos.