Podríamos decir que llevamos un año sin Gobierno, desde que los cambios se produjesen, con la moción de censura que Sanchez ganó a Rajoy, hace algo más de un año. En la actualidad, y tras las elecciones generales, seguimos sin Gobierno.

Cuando de lo que se habla desde hace meses, es de la desaceleración económica mundial, de países contra las cuerdas como China y Alemania, motores decisivos de la economía mundial y europea, respectivamente. Ahora que la Reserva Federal se plantea bajar tipos de interés en EEUU, para hacer frente al cambio de rumbo de su economía y cuando el Banco Central Europeo está pensando en las medidas para ayudar a la economía de la Zona Euro, España parece estar al margen de lo que pasa en todos esos países.

Bruselas ha elevado esta semana la previsión de crecimiento de la economía Española, desde el 2,1% hasta el 2,3%. Los niveles de déficit público y la ausencia de reformas de calado, que nos protejan para épocas menos favorables, es lo que nos reprochan de vez en cuando.

La favorable noticia del crecimiento, puede deberse en parte, a que la falta de mayorías importantes han evitado reformas en materia laboral o cambios presupuestarios con subidas drásticas de impuestos, que hubiesen cambiado el panorama económico. En cuanto al déficit, claramente, el nuevo inquilino de la Moncloa y sus socios colaboradores, tienen mucho que ver, dado que en eso si que han aumentado las dádivas y prebendas, para garantizarse poder seguir en la cúspide del poder, al menos otros cuatro años.

Por tanto, la primera conclusión a la que podemos llegar es que nuestra economía no ha necesitado un Gobierno que haga cambios, para  seguir creciendo, contra viento y marea. La segunda conclusión, es que cuando tengamos Gobierno, ya veremos en qué momento, si consiguen llevar a cabo sus promesas electorales de subir impuestos, seguir gastando en partidas improductivas y deshacer la reforma laboral del Gobierno anterior, tal vez sí que nuestra economía se resienta. Como lo más previsible es que no hagan las reformas que exige Bruselas o el Banco de España, todo apunta a que debemos evitar ser deslumbrados por el espejismo de la buena situación de nuestra economía, en general, para evitar las consecuencias graves de un cambio drástico y que no tengamos la protección garantizada.

De momento queda esperar a ver si el débil Gobierno que ha salido de las urnas, puede dejar de están en modo “funciones” antes de comenzar el estival verano de agosto, o si por el contrario debemos esperar a septiembre, o incluso volver a las urnas antes finales de año. Cuando uno analiza la situación política de España, lo cierto es que cada vez nos parecemos más a nuestros vecinos italianos, y no eso no es precisamente un elogio. Esperemos que para el futuro los nuevos partidos se vayan afianzando, los ciudadanos españoles madurando y el país, aguantando a flote durante todo este tiempo.

A quienes también debemos mirar en estos momentos es a los griegos, otros vecinos con lo que tenemos muchas similitudes políticas, y que en las últimas elecciones han dado un giro total a la derecha, tras años de gobierno de izquierdas, que llevó al país a ser intervenido por la Troika, después del famoso desafío épico las autoridades europeas, al más genuino estilo de tragedia griega, que terminó según lo previsto.

Promesas políticas incumplidas, ciudadanos decepcionados y recortes económicos por doquier.

Creo que es momento de recordar esa realidad, no tanto porque nos vaya igual, sino porque a nosotros ya nos sucedió aquello y tal vez en el futuro, las decepciones y daños económicos, provoquen un cambio de gobierno, que todavía ni siquiera ha tomado posesión.