Cuando un país se enfrenta a unas elecciones generales, en los medios de comunicación siempre aparece la pregunta de cómo reaccionará la economía y los mercados financieros del país, en función del resultado. Con las encuestas previas a la cita electoral puede haber margen de error, pero en los asuntos económicos, el margen de error es muy pequeño.

Con carácter general, a la economía y los mercados financieros les gusta la certidumbre, la seguridad jurídica, el crecimiento económico, la solvencia de los emisores, tanto públicos como privados y la ausencia de conflictos sociales. A partir de estas premisas, resulta bastante previsible saber cómo van a reaccionar los mercados y la economía, en función de la política que se ponga en práctica, tras las elecciones.

El escenario más desfavorable vendría de la ausencia de Gobierno estable, que provoque tensiones políticas en el medio y largo plazo, dado que se vería amenaza la implementación de las reformas que tanto necesita nuestra economía, para generar crecimiento sostenible y cohesión social.

Según buena parte de los expertos, el daño de la subida del salario mínimo no lo va a evitar nadie, porque ya está dañando a las empresas y a los trabajadores con menos preparación. De hecho los datos estadísticos están reflejando el impacto negativo, como estaba previsto.

La independencia de Cataluña no constituye, a corto plazo, un riesgo que preocupe a los expertos.

Las incertidumbres sobre el rumbo de la política fiscal, es decir, los impuestos que van soportar las personas físicas y jurídicas, también va a ser un tema de enorme trascendencia y relevancia para el futuro de la economía española, las empresas y las economías domésticas. Las políticas de recortes de impuestos siempre favorecen la actividad económica y las de subidas de impuestos la dañan, tanto más, cuanto más confiscatorios sean. El límite de las bajadas de impuestos siempre lo marca el sostenimiento de la sociedad del bienestar. Por otro lado, el gasto improductivo y descontrolado, que pone en riesgo las exigencias de control de déficit que establece Bruselas, también causan enormes daños a la sociedad del bienestar, en el medio y largo plazo.

La última vez que se implementó una política de estas características en nuestro país, nos llevo a la casi intervención por parte de la famosa Troika, a modo de los “Guardianes de la Galaxia”.  De esa situación se salió acometiendo una política de recortes de gastos, directamente proporcional al dispendio público anterior, a aquella dramática situación.

Con las economías mundiales en desaceleración, con los problemas de deuda en el mundo, con las políticas monetarias ultra laxas y con todos los desafíos económicos que provoca la época disruptiva en la que nos encontramos, las recetas fallidas del pasado y los experimentos económicos, sólo nos llevarán a una situación económica compleja, que provocará destrucción de riqueza casi generalizada, acompañada de situaciones conflictivas, desde el punto de vista social.

Vivimos tiempos de enormes desafíos, que necesitan de los mejores gestores, tanto de lo público como de lo privado, y no sólo en asuntos económicos, sino también sociales e institucionales y democráticos.