El tema de actualidad está siendo la despoblación de buena parte de España y la enorme preocupación que ello supone, entre otras cosas, por los costes que implica darles servicios públicos o privados, a unos núcleos de población casi vacíos.

Para abordar esta dolorosa realidad, hay que hacer una meticulosa reflexión de cuáles son las razones por las cuales se está despoblando buena parte de España. Partiendo del sentido común y la pura observación de la transformación de nuestra sociedad en las últimas décadas,podemos encontrar algunas de forma inmediata.

La primera de ellas es el envejecimiento de la población y la migración de muchas personas del campo a la ciudad en los últimos 50 años, en esa búsqueda de oportunidades.La caída de la natalidad seguro también tiene mucho que ver. La otra variable que ha influido poderosamente en los últimos años es sin duda la carga fiscal.

Desde el momento en el que determinadas Comunidades Autónomas han aprovechado los impuestos cedidos por el Estado, para ser un foco de atracción de capitales,inversiones, fortunas y personas, la situación se ha vuelto realmente injusta para muchos ciudadanos, e irrespirable para muchas ciudades, cuya calidad de vida ha bajado dramáticamente para las clases medias o bajas, casi de forma generalizada.

Ahora que ya hemos detectado buena parte de las principales causas, toca revertir la situación, por justicia, eficiencia económica y mejora de la vida de los ciudadanos españoles. A las administraciones públicas les encanta anunciarlas partidas de dinero subvencionado que van a recibir para tratar de buscar soluciones.

La primera pregunta incómoda que debemos hacernos, como ciudadanos, es si se utilizarán deforma eficiente esos recursos. Por todos es sabido, que salvo en contadas y excepcionales ocasiones, el dinero público no ha sido el medio más eficiente para conseguir los logros pretendidos. Tampoco debemos olvidar que el dinero subvencionado no cae del cielo, sino que a unos se lo quitan, para que otros lo utilicen. Lo que siempre es doloroso para quienes lo entregan y conlleva una responsabilidad, que no siempre es aplicada ni respetada, por quienes lo reciben.

Por otro lado,está el momento de disrupción absoluta que estamos viviendo en las economías mundiales, con el impacto de todo el desarrollo tecnológico, donde nadie sabe cuales son las consecuencias últimas. Lo que sí sabemos es que habrá ganadores y perdedores. Resulta muy esperanzador para las zonas despobladas, la posibilidad de trabajar desde cualquier lugar de España para clientes que puedan estar aquí,en España, o en cualquier otra parte del mundo.

La búsqueda de salud y calidad de vida, también está haciendo que muchas personas renuncien a estar en las ciudades grandes, viviendo como ratones acinados en un cajón,matándose por la supervivencia. Además de suponer un ahorro de costes para muchas empresas, que termine redundando en la creación de empleo y menores costes para los consumidores. Esta realidad debería ir a más en los próximos años, y todo lo que lo apoye, sin duda, será un auténtico bien social para las personas, deforma individual y como colectivo.

Finalmente los impuestos. Este punto es más relevante de lo que nos podemos imaginar, o tal vez, sí, es tan importante como la realidad nos está demostrando. Algunas medianas o grandes fortunas buscan refugio en quienes les acogen con los brazos abiertos, pagando menos impuestos, algo respetable y lógico; mientras que la gran mayoría de los ciudadanos, se tienen que conformar con ser rehenes de sus lugares de trabajo, sus raíces o sus familias, pagando impuestos injustamente por encima de la media.

Ahora que está de nuevo tan de moda, la demagogia de que hay que subir los impuestos a los más ricos, tal vez lo que deberían pensar todas las ideologías, y poner en práctica, es que los impuestos fuesen iguales en todos los rincones de España e incluso que los más productivos, más responsables y más eficientes, sean personas físicas o jurídicas, pagasen menos impuestos. Los impuestos sobre el trabajo, el patrimonio o sucesiones, son realmente los más sensibles y los que permiten mayor grado de injusticias.

El arma de los impuestos siempre ha sido la más decisiva si queremos repoblar zonas, conseguir ciudadanos más responsables y más productivos, y gobernantes que sean mejores gestores. No hace falta demagogia sino sentido común, buena intención, profesionalidad y máxima responsabilidad por parte de los actuales o futuros gestores de lo público.