La publicación de los datos del desempleo esta semana, reflejan la moderación del ritmo de creación de empleo, con una tasa actual en el 14,5 % y más de 19 millones de personas empleadas. Estos datos nos llevan a niveles del año 2008, aquel del que ahora se cumplen 10 años.

Este dato, posiblemente sea un reflejo de la menor fortaleza del crecimiento económico, sumado a otros muchos, que desde el punto de vista macroeconómico lo reflejan. El impacto más dramático de cualquier desaceleración de una economía o incluso de su recesión, es sin duda el aumento del desempleo. Otra consecuencia directa suele ser aumento de las quiebras de las familias y empresas, lo que sume a muchos ciudadanos, en situaciones realmente dramáticas, tanto desde el punto de vista económico como personal.

Los Gobiernos que realmente gestionan el país pensando en el bienestar de sus ciudadanos, saben que medidas hay que tomar, para que el impacto de las recesiones sea el menor posible, y volver a la senda del crecimiento cuanto antes.

No hay recetas mágicas, ni hace falta genios con un talento intelectual superior a la media. Siempre es un asunto de voluntad. A ningún Gobierno le gusta decir a sus votantes o conciudadanos, que llega la época de las vacas flacas y que hay que prepararse para ello. Eso nunca ha dado votos ni popularidad, de ahí que sólo lo ejecutan, cuando ya los daños son insostenibles y en muchos casos concretos, irreparables.

Ante esta realidad, demostrada en cada crisis o recesión, la pregunta incómoda es si la responsabilidad última es de los políticos en el Gobierno o de los ciudadanos. La responsabilidad principal, claramente es de quienes gestionan un país, pero si los ciudadanos no castigan con su voto a quienes engañan sobre la realidad económica y a quienes no toman las medidas que deben, aunque sean impopulares, difícilmente esto va a cambiar.

A los políticos, como a la mayoría de las personas, no les gusta perder su trabajo. Otra cosa es, sea cual sea la profesión o el cargo, si cumplen con las responsabilidades laborales que tienen, o si por el contrario dañan más que favorecen, si tienen prestigio profesional o están en un total descrédito.

En todas las organizaciones y estructuras, debe haber quien se encargue de que todos los miembros, cumplan con las tareas asignadas y libremente aceptadas. Con los responsables políticos, el poder absoluto está en el ejercicio del voto. Algo que olvidan la gran mayoría de los ciudadanos, cuando llega el momento de las elecciones.

Quienes apoyan a los líderes políticos, son cómplices de las actuaciones que ellos lleven a cabo, así como de sus consecuencias, cuando saben de antemano lo que van a hacer. Que la mentira, la hipocresía, la demagogia, y la irresponsabilidad se hayan extendido como una plaga, entre buena parte de la clase política e incluso empresarial o social, es algo que sólo puede causar más daños que los ya sufridos, y que sólo puede ser frenada por una sociedad, cuyos ciudadanos sean más responsables, valientes y exigentes, para revertir esa situación.

Nuestro país está en una difícil encrucijada, que le llevará al progreso o a retroceder décadas de avances sociales y económicos. Cuando se ataca impunemente las instituciones y el Estado de Derecho, sobre el que se cimentan los logros conseguidos, por aquellos que tienen obligación de defenderlo y respetarlo, sólo queda que la ciudadanía sea consciente de ello, para castigar a quienes pongan en riesgo lo que hemos conseguido.

La economía va detrás de la seguridad jurídica, la productividad, el gasto controlado y la credibilidad en sus instituciones. Nosotros lo tenemos todo en riesgo, pero si somos conscientes de ellos, lucharemos por evitarlo, para seguir mejorando, como lo hemos hecho en todas las etapas difíciles de nuestra historia. Experiencia ya tenemos y por ello debemos mantener la esperanza de que podemos volver a conseguirlo.