La psicología de la gran mayoría de los inversores siempre se comporta de forma muy similar en los mercados financieros, el miedo y la ambición son dos emociones que provocan enormes daños en los patrimonios.

Si analizamos situaciones extremas, por ejemplo en las caídas, el año 2008 y el pánico generalizado en el mundo ante la crisis financiera más grave, desde 1929, los inversores que se dejan llevar por el pánico, venden de forma indiscriminada, sin criterios lógicos y sin estrategia. Pocos son los que dejando a un lado las emociones, ven oportunidades de compra, pensando en los 10 años siguientes.

En los momentos de subidas, siempre hay un punto de “exuberancia irracional”, palabras de Greenspan, el famoso expresidente de la Reserva Federal, en el que los inversores, dejándose llevar por la ambición, sólo piensan en lo que pueden ganar, sin medir los riesgos, y de nuevo, sin criterios lógicos ni estrategia.

Lo que ambos comportamientos tienen en común, es que las pérdidas patrimoniales, están aseguradas para quienes actúan de esa manera. ¿Qué pueden hacer los inversores para evitar daños irreparables en situaciones extremas? La respuesta no es unánime, porque depende de la educación financiera del inversor, su experiencia en los mercados o la entidad financiera en la que haya confiado durante años. Esta última variable es absolutamente decisiva, porque a fin de cuentas, es la entidad en la que ha confiado para gestionar su patrimonio, y por tanto la que le orienta, la que le ayuda a tomar decisiones, la que le permite mejorar o no su cultura financiera, en fin, la que guía sus pasos como inversor, para bien o para mal.

Cuando se habla del juego en los casinos, impera la máxima de que la casa siempre gana. Todos sabemos que los que se pueden arruinar son los jugadores, pero la caja del casino siempre se beneficia, a fin de cuentas ese es su negocio. Aunque la comparación del juego con el mercado financiero, siempre me ha parecido detestable, voy a saltarme por una vez mis reparos en ese terreno, para comparar el negocio del casino con el de los intermediarios financieros, y con ello recordarles a los inversores, que aunque ellos, como clientes, pierdan todo su dinero, los intermediarios siempre ganan los ingresos correspondientes. Pocos inversores reparan en esta realidad, cuando reciben proposiciones ambiciosas, fuera de toda lógica de estrategia de inversión profesionalmente elaborada y argumentada, adaptada a cada situación personal.

Como buen depredador, algunos intermediarios financieros saben localizar a sus presas, decirles lo que quieren escuchar, aderezado con una extrema amabilidad y enorme sonrisa, para que firmen las correspondientes órdenes, que les lleve contratar determinados productos. El momento de máxima agresividad y presión de esas entidades y profesionales son los de la “exuberancia irracional”, en las que, entre otras tretas, les enseñan a sus potenciales víctimas, las rentabilidades del pasado, les argumentan que el futuro puede ser igual y les animan a traicionar los principios de diversificación, prudencia, estrategia y control de las emociones.

Los ahorradores que nunca han llegado al mercado de capitales y siempre hayan estado en depósitos bancarios, no crean que han estado o están fuera de peligro, sino que más bien, ya han sido devorados por la inflación, los impuestos u otro tipo de monstruos.

Tampoco han estado ni estarán fuera de peligro los que piensan solo en invertir en el mercado inmobiliario, la ultima crisis también lo ha dejado muy claro.

La conclusión final nos lleva a alertar de que las caídas de los mercados son un aviso, que los inversores inteligentes sabrán interpretar y que les llevará a confiar más en los profesionales o intermediarios que les hablen de prudencia, estrategia, preservación del patrimonio etc… que en los cazadores, que siempre saben detectar el perfil de sus víctimas. Por ello forman parte del ecosistema financiero en el que todos nos movemos, aunque no seamos conscientes, hasta que el daño sea real y se desangren los patrimonios.