El consumo siempre ha sido un motor importante de la economía, al tiempo que una tentación casi irrefrenable para muchas personas, pero en los últimos tiempos ha llegado la moda del “low cost”, con varios peligros a tener en cuenta.

El ahorro es un sacrificio al consumo, que como todo sacrificio, requiere de disciplina, madurez y una enorme responsabilidad. Desde los años 50 del siglo pasado hasta ahora, las sociedades occidentales se han ido transformando por el camino del consumo, hasta recibir el nombre de “sociedad de consumo”.

El consumo ha pasado de ser solamente de bienes y servicios, a ser de información, casi insaciable. Las nuevas tecnologías han aumentado de forma exponencial el acceso a productos, servicios e información, de tal manera, que ya corremos un riesgo serio de estar consumiendo constantemente, durante todas las horas que estamos despiertos. Los dispositivos móviles y el acceso a internet nos esclavizan más de lo que pensamos. ¿Dónde han quedado los momentos de calma y reflexión, tan necesarios en la vida de las personas?

A las personas les resulta cada vez más complicado estar en privado o reunidos unos con otros, sólo físicamente. La presencia de los dispositivos móviles constante y la recepción de todo tipo de mensajes, nos exige un enorme esfuerzo y disciplina para atender a la persona o personas que tenemos al lado, frente a quienes no lo están.

En el consumo se está produciendo algo parecido. Casi toda la información que recibimos nos anima a consumir algo, casi de inmediato. El abaratamiento de los precios de muchos bienes y servicios está poniendo en riesgo muchas las economías domésticas, los resultados de las empresas, así como  la calidad de muchos productos o servicios.

La disciplina presupuestaria de ajustarnos a comprar aquello que esté fijado, salta por los aires con casi todas las familias. ¿Cómo resistir el impulso de comprar si es tan barato? Esa trampa es enorme, porque se gasta dinero en cosas que no se necesitan, simplemente por el precio y por impulso irrefrenable de consumir. Por ello, ahorrar, cada día es más complicado, sobre todo para los más jóvenes, que son los que más lo van a necesitar.

A esto hay que añadir los bajos salarios, en muchos casos fruto del escaso margen comercial que tienen las empresas, al abaratar tanto los costes. Con salarios más bajos, también se pue ahorrar menos.

Otro riesgo importante está en el sector servicios. Los mejores especialistas de cualquier profesión, sean médicos, abogados, banqueros privados, ejecutivos etc… siempre tendrán un coste superior, si el servicio que ofrecen es superior al resto. La razón estriba en los recursos que tendrán que emplear para seguir formándose, utilizar las nuevas tecnologías de última generación etc… para estar a la última y ofrecer a sus clientes el mejor servicio posible.

Esta realidad nos lleva a distinguir entre los profesionales “low cost” que no podrán dar el mejor servicio a sus clientes, por falta de medios y los que cobren un precio ajustado al servicio que ofrezcan.

En la parte de los consumidores, éstos no podrán esperar tener al mejor abogado, banquero privado o médico, por ejemplo, si este no tiene los recursos y conocimiento necesarios para ofrecer un servicio de calidad.

Todo ello obliga a diferenciar los productos “low cost” de los servicios profesionales “low cost”, que nos pueden llegar a costar la salud, la vida o el patrimonio.