Esta es la pregunta que se vienen haciendo los mercados y los inversores, desde la crisis de 2008. La alargada sombra de las consecuencias de aquella crisis, nos lleva a una palpable realidad, que nada tiene que ver con la euforia de los mercados financieros, ni los datos macro sobre la evolución de la economía o la confianza de los consumidores.

Las amenazas que se ciernen sobre el futuro de la Zona Euro, se ponen de manifiesto de forma insistente, por muchos dirigentes políticos o economistas, que están mirando más allá de lo que ven los ojos de la gran mayoría de los ciudadanos. El Comisario de Asuntos Económicos de la Unión Europea ha afirmado, tajantemente, que la eurozona corre peligro. Esta afirmación se suma a la de aquellos que opinan que el euro no soportaría otra crisis como la de 2008.

El actual presidente del Banco Central Europeo ya tuvo que salir en defensa del euro hace unos años, afirmando que haría lo que hiciese falta para proteger el euro. Su principal arma ha sido la puesta en marcha de un programa de “fabricación de dinero” que ha llevado los tipos de interés a estar en negativo, y de impredecibles consecuencias a medio o largo plazo, con los efectos secundarios de “la medicación”.

El auge de los populismos es, junto con otra hipotética crisis financiera, una de las grandes amenazas, que no se van a eliminar fácilmente. Una ciudadanía decepcionada, sin formación económica y financiera básica, con aspiraciones de “dolce vita”  irreales, son un escenario complejo y extremadamente peligroso para el futuro económico y social de Europa.

Todo este asunto debe tratarse en clave política, porque de son las instituciones y responsables políticos, lo que deben llegar a un acuerdo de hacia dónde quieren que vaya Europa, marcar una hoja de ruta clara y  tener la determinación de implementarla sin dilación. El problema de identidad actual, será su destrucción si no se resuelve.

Se habla mucho de que las soluciones concretas, pasan por tener un Tesoro europeo, una presupuesto único y emisiones de deuda conjuntas. El problema se encuentra en que todo esto supone cesiones de soberanía de los distintos países y ningún gobierno quiere verse privado de mantener el control y poder, en materias tan estratégicas como las cuentas pública y la emisión de deuda. Todos saben muy bien que el poder real, lo tienen quienes controlan las finanzas. Además de ese vértigo a la cesión de poder, también está el escollo de las distintas velocidades de las economías de los diferentes países. Respetar los tiempos, para contentar a todos, pero que no se detenga el proceso, sin duda es labor de hombres y mujeres de Estado, de gran nivel personal, profesional e intelectual.

Este es el gran reto, del que depende nuestro futuro, incluido el de aquellos que deben llevarlo a cabo y sus descendientes.

Las consecuencias de la posible ruptura y desaparición del euro, son impredecibles. Lo que en ningún caso será, es bueno para ningún país del mundo y mucho menos, para los directamente implicados, es decir, los ciudadanos europeos. Seremos la zona cero del seísmo y a todas las luces la más dañada.

Mantengamos la esperanza de que sabremos y sabrán encaminar la compleja situación en la que nos encontramos.